Como madre que sigue la filosofía del «baby led weaning» (BLW) y la crianza respetuosa, la introducción de alimentos a mi hijo ha sido todo un viaje. Permíteme contarte cómo ha sido nuestra experiencia.

Desde el principio, opté por el BLW porque me parecía una forma natural y respetuosa de permitir que mi hijo experimentara y descubriera alimentos por sí mismo. En lugar de darle purés o alimentos triturados, le ofrecíamos alimentos enteros, en trozos adecuados para su edad, para que pudiera sostenerlos y masticarlos por sí mismo.

Los primeros intentos: Al principio, ¡fue todo un espectáculo! Mi hijo exploraba los alimentos con sus manitas, los olfateaba, los lamía y a veces ni siquiera se los llevaba a la boca. Pero lo importante era que él estaba en control y que nosotros, como padres, le ofrecíamos un espacio seguro y sin presiones.

Desafíos con ciertos alimentos: Hubo momentos en los que la introducción de ciertos alimentos fue complicada. Algunos texturas o sabores no le gustaban, y lo notábamos por su expresión facial o simplemente porque los escupía. Era vital recordar que, en la crianza respetuosa, es esencial no forzar ni presionar. Si no quería un alimento, simplemente lo retirábamos y lo intentábamos de nuevo en otro momento o en diferentes preparaciones.

Las preocupaciones: Como madre, una de mis principales preocupaciones era el riesgo de atragantamiento. Aunque el BLW es seguro si se hace correctamente, la ansiedad a veces estaba presente. Siempre nos aseguramos de ofrecer alimentos del tamaño y forma adecuados y de estar supervisando cada comida. Con el tiempo, ganamos confianza al ver que nuestro hijo desarrollaba habilidades para masticar y manejar los alimentos.

La persistencia es la clave: Lo que aprendimos es que la introducción de nuevos alimentos puede requerir varios intentos. Si nuestro hijo no aceptaba un alimento al principio, lo reintroducíamos semanas después, y a veces, la reacción cambiaba. No perder la paciencia fue crucial.

El enfoque en el disfrute: Más que enfocarnos en la cantidad que comía, nos centrábamos en la experiencia. Si nuestro hijo disfrutaba jugando y explorando el alimento, aunque no se lo comiera, considerábamos esa comida un éxito.

Conclusión: La crianza respetuosa y el BLW nos han enseñado a confiar en nuestro hijo, a permitirle descubrir el mundo de los alimentos a su propio ritmo y a entender que cada niño es único en sus preferencias y tiempos. Ha sido un viaje de paciencia, amor y mucha limpieza (¡los desordenes eran inevitables!), pero definitivamente ha valido la pena.

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